Anastasia me habla mucho y apasionadamente, acerca de las posibilidades que se le puede abrir a la gente que se comunica con las plantas. En general, los dos temas de los que Anastasia habla con una emoción particular entusiasmándose y con un verdadero enamoramiento, diría yo, son la crianza de los niños y los dachniks(hortelanos). Si yo contara aquí todo lo que ella dice sobre los dachniks, la importancia que les da, entonces poco menos que tendríamos que estar arrodillados ante ellos. Imagínense: ella considera que no sólo nos han salvado a todos del hambre, sino que además siembran bondad en las almas, y educan a la sociedad del futuro… No podría enumerarlo todo. Sería necesario otro libro aparte. Y no es que sólo lo diga, sino que intenta demostrarlo todo dando argumentos:
―La cosa es que esa sociedad donde tú vives puede comprender muchas cosas hoy día a través del contacto con las plantas cultivadas en las dachas(huertos). Sí, te estoy hablando precisamente de las dachas, donde conoces cada plantita de tu terreno, y no de los vastos y despersonalizados campos de cultivo, por donde se arrastran monstruosas y obtusas máquinas. La gente se encuentra mejor trabajando en las dachas. A muchos, esto les ha prolongado la vida. Se hacen más bondadosos. Y precisamente son los dachniks los que pueden contribuir a que la sociedad tome conciencia de lo pernicioso del camino tecnocrático.
―Anastasia, al margen de que esto sea así o no, ¿qué tienes tú que ver con esto? ¿En qué consiste tu ayuda?
Ella me cogió de la mano llevándome a la hierba. Nos tumbamos boca arriba, con las palmas de las manos también hacia arriba. ―Cierra los ojos, relájate e intenta imaginar aquello que te voy a ir diciendo. Ahora encontraré a alguien con mi rayito, veré en la distancia a alguna de las personas a las que llamáis dachniks. Estuvo callada un rato, después empezó a hablar quedamente:
―Una mujer de edad avanzada desenvuelve una gasa donde están remojadas unas semillas de pepino. Las semillas ya germinaron mucho, se ven pequeños brotes. Ella coge una semilla en la mano… Ya está. Le sugerí que no hay que remojar las semillas así: los brotes se deforman a la hora de plantarlos, y tampoco les conviene del todo este tipo de agua para su alimentación, ya que hará que la semilla se enferme. Cree que ella misma se dio cuenta de esto, y en parte es así, yo sólo le ayudé un poquito a caer en ello. Ahora ella compartirá su idea comunicándole esto a otra gente. Se ha hecho una pequeña tarea.
Anastasia contaba que ella modela en su conciencia todas las situaciones posibles de trabajo, de ocio y de interacción de la gente tanto entre sí, como con las plantas. Cuando la situación modelada por ella se acerca a la realidad lo más posible, se establece un contacto en el que ella puede ver a la persona, sentir de qué está enferma, qué siente. Es como que Anastasia penetra en la imagen de esta persona y comparte sus conocimientos con ella. Anastasia decía que las plantas reaccionan al Hombre y pueden amarle u odiarle, e influir en su salud positiva o negativamente.
―Y precisamente aquí es donde tengo mucho trabajo. Me ocupo de las parcelas de las dachas. Los dachniks acuden a sus terrenitos, a sus plantaciones, como si de sus hijos se tratara, pero, por desgracia, sus relaciones son solamente intuitivas. Todavía no están reforzadas con la claridad de la conciencia del verdadero propósito de esta conexión. ―Todo, pero todo, en la Tierra, cada hierbecita, cada bichillo, ha sido creado para el
Hombre, tiene su propia y específica tarea predesignada, para servirle. La gran variedad de plantas medicinales confirma esto. Pero el Hombre de vuestro mundo sabe muy poco como para poder aprovechar la posibilidad que le ha sido dada para su propio beneficio. Para aprovecharla en su totalidad.
Pedí a Anastasia que me diera algún ejemplo concreto para demostrar la utilidad de esa comunicación consciente. Algo que se pudiera ver y comprobar en la práctica y pudiera ser sometido a investigación científica. Anastasia se quedó pensando durante un momento, después, de repente, se puso toda radiante y exclamó:
―¡Los dachniks, mis queridos dachniks! Ellos lo probarán todo, lo demostrarán y darán mucho trabajo a vuestra ciencia. ¿Cómo no me di cuenta, cómo no lo comprendí antes?
Alguna idea recién nacida despertó en ella una tempestuosa alegría. En general, ni una sola vez ví a Anastasia triste. Ella puede estar seria, pensativa y concentrada, pero más a menudo, alegre por algo. Esta vez ella se alegraba tempestuosamente. Se levantó de un salto, comenzó a dar palmas, y me pareció que el bosque se hizo más claro, que empezó a removerse, respondiéndole con el susurro de las copas de los árboles y con los trinos de los pájaros. Ella comenzó a girar, como en una danza. Después, toda irradiada, se sentó de nuevo a mi lado y dijo:
―¡Ahora creerán! Y serán ellos, mis amados dachniks. Ellos os lo explicarán y demostrarán todo.
Intentando devolver su atención lo más deprisa posible a la conversación
interrumpida, observé:
―Puede que no sea así necesariamente. Tú declaras que cada bichillo ha sido creado para el bien del Hombre, pero ¿cómo se va a creer eso la gente que ve asqueada cómo las cucarachas corretean por las mesas de las cocinas? ¿Qué? ¿También ésas han sido creadas para nuestro beneficio?
―Las cucarachas ―contestó Anastasia― corretean sólo sobre la mesa sucia para recoger los restos de partículas de comida, a veces invisibles, que están pudriéndose, para transformarlos y apilarlos como desperdicios ya innocuos, en un lugar retirado. Si resulta que hay muchas, trae a casa una ranita. Y las que están de más, enseguida se irán.
Lo que a continuación propone Anastasia hacer a los dachniks, probablemente, está en contradicción con la ciencia sobre el cultivo de plantas y, sin duda, contradice las prácticas comunes en cuanto a las reglas de plantación y cultivo de las diferentes variedades de vegetales en los huertos. Sin embargo, sus afirmaciones son tan grandiosas, que creo que vale la pena que todos los que tienen la posibilidad, lo pongan a prueba, aunque no sea en toda la superficie de su parcela, sino en una pequeña parte, ya que de esto no se puede esperar nada negativo, solamente algo bueno. Además, mucho de lo dicho por ella ya ha sido confirmado con sus experimentos por el doctor en ciencias biológicas Mijail Prójorov.
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